viernes, 23 de mayo de 2014

LA DANZA DE SHIVA. EL CALLEJON DE LOS MORIBUNDOS.

Era una callejón aparentamente sin salida, puede que cerrado, sin rumbo fijo, tan solo, hacia la perdición, y puede, que los que alli estaban mendigando, fueran los restos vivos de Shiva, hombres y mujeres mendigando, dinero, corrompidos por el dinero, mientras uno de ellxs se fumaba el cigarrillo al que le había invitado, negandome a darle dinero. Asintió con una sonrisa maliciosa, se lo prendio como si en el fondo anhelara prender fuego al mundo. Mientras fumaba no paraba de fijarme en su tercer ojo pintado en forma de llama roja, quizás fuese un pobre diablo perdido que anhelaba, gozaba con su auto-destrucción y trataba de con la mirada contagiar mismo sentimiento a los que le rodeaban. Era un alma perdida, pero un alma maliciosa, llena de odio, que se aprovechaba de reposar en aquel callejón cuya única salida, ironicamente, era el altar de Shiva, el dios destructor pero a la vez salvador de almas perdidas. 

Una anciana contemplaba, por dentro lloraba ante su vejez, esquelética y sola, junto a aquel falso ashram según lo creo, reposando y mendigando algo de dinero. A su lado, una pareja de mas ancianos, unidos hasta la muerte...

Soplaba recio el viento, el Sol murmullaba por entre las hojas, arreciaba el calor insoportable, quemando las llagas de aquellos que en su desafío, osaban caminar descalzos, quizás, para hacerse supremos sobre su cuerpo y dominar el mundo de los sentidos. Hormigas y moscas se entremezclaban por los cuencos medio vacíos de dinero con el cual llevarse algo de alimento a la boca y hacer de su transito a la muerte, algo mas llevadero...

Ahogado por el calor, por la incertidumbre espiritual de verme caminando por un túnel de muertos, me cegaba el Sol, apenas podía dar un par de pasos por minuto, deseando violentamente lanzar la cámara, los libros de espiritualismo jainista que en otro templo había comprado, mi dinero, todo en definitiva, y verlo estallar contra la pared, y ser un ser feliz, libre de todo....

Una vieja llorosa me entrego unas flores cuidadosamente trenzadas a mano, eran para el templo. Me pidio una donación, acepte, pero fue abrir la mochila y quedarme mudo por eternos instantes, contemplando como la luz de Sol se dejaba entreveer por entre las hojas, y de las milenarias torres dedicadas a los dioses Brahma y Shiva, en su lugar había sombras que marcaban el tiempo, el cíclico devenir en la oscuridad. La entregue 5 rs, no mas, justo y suficiente, la rogué buena suerte y seguí adentrandome en el callejón de la muerte. Unos pasos pasos mas y fui asaltado quizás, por el guardián del templo, que bendiciendome con -Om namah shivaya- apreto en mis manos una fina pulsera roja. Luego, me pidió dinero por tal ofrecimiento, y me negué, y me negue porque en propias palabras, le dije que por el espíritu, por el alma no se paga, que lo contrario es corrupción. Así que si, le pague, cogí mi mano y la deposite en mi corazón, luego fue subiendo por el tercer ojo y finalmente la coronilla, y así pues, le pague, le pague con la bendicion de mi alma. Sonrió, con algo de malicia y con la certeza de que,tenia razón y el estaba en el camino errado. Alma y materia son cosas opuestas, no se pueden unir, y unirlas es caer en la corrupción, quizás, en la destrucción que iba mas allá de aquel callejón e impregnaba a una especie empeñadaen destruirse bajo falsos egos y anhelos de poder y sometimiento por una naturaleza que a gritos clama que venga Shiva y la destruya, y el mundo se vuelva a regenerar tras la etapa de tormenta, tras la danza de Kali, y solo queden las cenizas libres de escorias o impurezas...

Un sirviente había escuchado la escueta conversacion, sonriente me miro y me invito a pasar al templo, dejar los zapatos frente a las escaleras y subir. Subí como pude, agonizando quizás, cegado por la luz del Sol que me impedía ver con claridad donde pisaba, y todo era una sombra gigante que se alzaba ante mi. Entre y una fuerte energía vibrante, de destrucción pero de armonía penetro por mi frente, una súbdita sensacion de mareo, de relajación, como de destruirme vivo para renacer mientras tocaba y giraba en torno a la estrada circular del interior del templo. Una danza entorno a una mujer que en estado de trance -Om namah shivaya- sin cesar repetía una y otra vez. Subí y el sirviente cogió un cuenco de agua sagrada y lo esparramo por la columna del centro de la estrada circular, me invito a hacerlo, lo bese, y recitando las cinco palabras mágicas lo desparrame. Acto seguido me senté junto a el y repitiendo el mantra citado, cerré los ojos y fui tocado por la pintura roja en el tercer ojo, cerré mas aun los ojos y orando estuve un buen rato, hasta que el guia me invito a salir. 

Nada mas salir podía contemplar, asombrarme de la destrucción pero a la vez florecimiento de aquel lugar, y mas al fondo, el callejon de los moribundos que esperaban por una muerte clemente. Quise llorar al volver a mirarles, y rogando -Namastei- les mire a los ojos, bendiciendome ellxs y en el fondo, con ganas de llorar todos los que estábamos alli. Yo llorando por mi desoladora soledad, las ansias amorosas de sentirme reposado con el ser especial: y ellxs llorando por su cruel y desdichado destino. Y es que en el fondo, eramos todxs lo mismo, nosotrxs, los de la calle con sus tiendas, los arboles, los animales, todxs menos el cielo azul y el Sol llamado Visnu que esperaban a prendernos fuego para proseguir el ciclo de destrucción-creación, en la eterna danza, de Kali...

Namastei...

SEGUNDA PARTE DE KAHURAJO>https://www.facebook.com/alexander.roljorge/media_set?set=a.833297090033620.1073742010.100000600102049&type=1

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